sábado, 6 de septiembre de 2008

La Historia del Hombre contada por sus Casas

Los que como yo crecieron leyendo La Edad de Oro recordarán este título, que por cierto he tenido la grata sorpresa de encontrar el original en Wikisource. Lo tomo prestado ahora para abordar un tema que se que es uno de los puntos de conflicto que habrá que resolver para que nuestra esperanza de esa Cuba futura en que quepamos todos, como bien dicen los amigos de Generación Asere, pueda llegar a hacerse realidad.

Desde que el mundo es mundo y habita en él la raza humana, tener un techo sobre nuestras cabezas ha sido una necesidad vital y una preocupación constante. El problema de la vivienda, que se palpa en el mundo entero, tiene en la isla secuestrada características muy singulares, yo diría que únicas.

Todos sabemos que al inicio de la cosa inmunda el falso Mesías se hizo el bueno regalando casas ajenas en la llamada “Reforma Urbana”, mediante la cual otorgó por decreto la propiedad a los inquilinos, eximiéndolos del pago del alquiler. Además, al forzar a muchos propietarios a irse del país, repartió entre sus seguidores las grandes mansiones de Miramar y el Vedado.

En mi caso, voy a lo particular porque es de lo que puedo hablar con certeza, mi familia residía en un apartamento en Centro Habana, cuando aquello en perfecto estado, cerca del Centro Comercial de La Habana y pagaban un alquiler relativamente módico – no podían irse al Vedado porque era más caro, pero allí estaban a gusto. Cuando se les otorgó la propiedad no se alegraron ni mucho menos, les pareció siempre injusto con el dueño del edificio que vivía de eso, quien, por supuesto, tuvo que emigrar (dichoso el que reaccionó a tiempo). Luego el edificio se fue deteriorando, al estar a una cuadra del mar el salitre lo fue pudriendo. Mi madre luchó a brazo partido para que lo repararan antes de que se convirtiera en parque como sucedió con muchos otros de la zona, y finalmente pudimos permutar (cambiar una casa por otra) para un apartamento más chico pero en mejor estado, perdiendo el teléfono en aquella transacción. Mas tarde con otra permuta de dos por uno (el apartamento que yo había heredado de mi abuela paterna y el de mi madre) pudimos acomodarnos en una casa-apartamento en La Víbora, a la que le pusimos mucho esfuerzo, tragando cemento y pintura y demás, y montamos una reja porque era en bajos y se nos metían en el portal a hacer de todo.

Luego tuvimos que dejarlo todo atrás, y mi esposo aún me dice que nunca tendremos nada parecido en ningún lugar. Pero a mi no me preocupa, porque nunca consideré aquello mío de verdad, nadie en mi familia lo había comprado. Sin embargo, entiendo perfectamente la preocupación que genera en el cubano que no pudo volar – que no todo el que quiere puede - que un día lleguen los antiguos dueños, o sus hijos o nietos, en fin, los herederos legítimos, y los echen a la calle sin contemplaciones, cuando aún no se haya recuperado la economía y no puedan ganar lo suficiente para pagar un alquiler o comprarse algo propio.


Como decía en un comentario al post anterior, conozco a unos cuantos cubanos - magníficas personas que luchan a brazo partido por la supervivencia - que temen el final -aunque lo deseen - porque "van a venir los de allá enfrente a dejarnos en la calle". Es necesario que los afectados por aquellas nacionalizaciones arbitrarias y absurdas comprendan que estas personas, luego de haber sostenido los techos sobre sus cabezas por medio siglo a fuerza de sacrificios sin cuento, reconstruyendo con sus propias manos, robando (si, ladrones a la fuerza) materiales para que no se les caiga la casa encima con algún ciclón (eso los afortunados que han podido hacerlo) no quieren verse de pronto en el parque con sus bártulos. Habrá que encontrar la manera de resarcir a los que fueron expropiados sin hacer pagar por ello a los que no tuvieron otra opción que quedarse en Alcatraz y cuidar de la celda – para los dichosos que han podido hacerlo, que en el reino de los ciegos ya se sabe que el tuerto es rey. Yo no se nada de leyes y no se como podrá hacerse, pero quiero confiar en que se encontrarán soluciones justas para todos, y que como dice Aguaya (también en un comentario al post anterior) finalmente la prosperidad llegue a ese pueblo industrioso que lleva medio siglo paralizado, o mejor dicho, en franco retroceso.

3 comentarios:

Diliviru dijo...

Esto que escribes realmente es importante pues abres nuevamente los ojos a todos los que no conocemos todo lo que pasa en la isla. Va a ser una terea dificil aclarar este complejo tema de las propiedades. Brillante tu tema. Fue un desahogo con sentido

Diana

Rosa dijo...

Bueno Diana, en realidad es más complejo y en muchos casos peor. Yo tuve suerte en medio de todo, lo de la vivienda en Cuba da para escribir diez tomos. Lo que quiero decir es que entiendo a las dos partes, a los que le quitaron todo al principio, y a los que temen que les quiten lo poco que han conseguido al final. Es todo un dilema, que no tiene fácil solución, y sobre todo, que desanima a los que están dentro. Creo que el exilio histórico, como le llaman, debería dar otras señales al infeliz pueblo cautivo. Pero parece que no somos capaces de ponernos de acuerdo ni para ayudar con un ciclón, así que no se como se va a resolver, pero espero que se encuentre una solución. Un abrazo,

Rosa

Aguaya dijo...

Es complejísimo, como lo son también las leyes "de verdad". Imagina ahora que durante estos casi 50 an~os no hubiera vivido nadie en una casa o apartamento... como menos se le caía el techo arriba, por la humedad, si es cerca del mar entonces peor, en fin, que el que haya vivido una familia que se preocupe por mantener mal que bien las cuatro paredes en pie, ya es de por sí una hazan~a pero también digno de ser pagado.
Aquí en Alemania no sacaron a nadie de donde vivían, aunque hubo sus casos "críticos" y sí indemnizaron a los duen~os originales con dinero. Pero no todo el mundo salió bien parado...
Lo otro es que el miedo que se le ha inclucado a la gente de adentro por lo que pudieran hacer los de afuera, ha quebrantado más el odio que sienten los unos por los otros, sean quienes sean...
Un abrazo, Rosita!

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