viernes, 15 de agosto de 2008

El Encanto de La Habana

La Habana es un leitmotiv para muchos de nosotros. Un popular dicho habanero que ahora que estoy lejos y todos los cubanos – excepto los Castro y compañía – son mis hermanos, me parece poco justo, pero que ilustra un cierto “regionalismo” que es realmente asombroso dentro de un territorio tan pequeño (aunque sea la mayor de las Antillas), dice: “Cuba es La Habana y lo demás es paisaje”. Yo ahora, en desagravio a todo cubano no habanero diría: y ¡qué paisajes, señores!, y cuantas ciudades preciosas distribuidas a lo largo de toda la geografía de la “tierra más fermosa” (por cierto, que esta frase atribuida a Colón al pisar tierra cubana, la atribuyen también otros pueblos iberoamericanos a otros conquistadores españoles).

Pero no es de ese encanto, del embrujo que ejerce sobre los nacidos en ella y sobre sus visitantes esa Habana hoy decadente y ayer esplendorosa, sino de una tienda emblemática que yo sólo conocí físicamente como “Parque Fe del Valle”, en honor de la pobre muchacha que murió calcinada dentro del edificio en llamas, pero de la que siempre oí hablar en mi casa porque mi madre trabajó en ella unos meses. Según me contaba, cuando tenía apenas 18 años decidió – contra la voluntad de sus padres – ponerse a trabajar, y lo primero que encontró fue un puesto de dependienta en El Encanto. El único requisito era tener buena presencia – y mi madre la tenía de sobra: alta, esbelta, pelo castaño oscuro y ojos verdes. Aquí va de muestra una vieja foto, que no le hace demasiada justicia.



El trabajo la entusiasmaba, por la oportunidad de conocer, aunque fuera sirviéndolas detrás de un mostrador, a figuras ilustres y admiradas de la escena internacional de entonces. El momento más emocionante lo vivió cuando tuvo que envolver un regalo para María Félix, y nerviosa no atinaba, y esta le sonrió y le dijo algo para calmarla (no recuerdo las palabras, aunque ese cuento lo escuché muchas veces). También conoció de cerca de Rosita Fornés y a otros artistas cubanos. Pero a pesar de lo a gusto que estaba, a los 6 meses enfermó de los riñones (de tantas horas de pie y en tacones, ella con sus pies planos que lamentablemente mi hija y yo heredamos) y tuvo que dejarlo.

Esos cuentos de mi madre, que ojalá fuera yo capaz de reproducir de memoria con todos los detalles que ella me daba, hacen que me emocione cada vez que oigo hablar de aquella tienda, el non plus ultra de la elegancia habanera, que junto con muchas otras hacía de nuestra capital una meca de la moda al estilo de París o Nueva York. Este post con el que me tropecé hoy, al que acompañan videos del Encanto en youtube, tal vez ilustra mejor que mi vano intento de reflejar una época que sólo conozco “de oídas” la tienda más renombrada de la encantadora ciudad que no conocimos, pero cuyos despojos aún así amamos.

Que un día vuelva a ser La Habana lo que fue, o mejor aún, más perfecta y moderna, es mi esperanza y creo que la de todos los habaneros, de nacimiento o de adopción, y la de todo los cubanos que sin ser de La Habana pueden querer lo mejor para su país y la capital que lo representa.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola. Por que no me mandas tu email?...Te agradezco tus comentarios sobre mi blog y ahora he entrado en el tuyo y me gusta mucho. El Encanto era maravilloso!
Saludos
Mari Rodriguez Ichaso
ichaso13@aol.com

Rosa dijo...

Gracias María, qué honor para mi que me visites! Ahora mismo te escribo.

GeNeRaCiOn AsErE dijo...

la habana tiene algo que no nos deja tranquilos.
A veces me pregunto cuando es que voy a volver y repaso ese momento...

Como me jode la posibilidad de que me puede sentir un extranjero en la Habana algún día.
Espero que no sea si.

saludos, tony.

Rosa dijo...

No te sentirás nunca extranjero en nuestra ciudad, Tony. Puede que para cuando llegue el tiempo en que podamos entrar y salir libremente, sin angustias, ya no quieras vivir en ella, pero visitarla y verla restaurada y espléndida será siempre un bálsamo y una gran satisfacción.

Miguel Caballero dijo...

Te mando una estrofa de una canción soberbia de >Carlos Cano que hermana tu tierra cubana con mi Andalucía:

"Que tengo un amor en La Habana
y el otro en Andalucía.
No te he visto yo a ti, tierra mía,
mas cerca que la mañana.
Que apareció en mi ventana de La Habana colonial
toda Cádiz, la Catedral,
La Viña y el Mentidero,
y verán que no exagero,
si al cantar habaneras repito
La Habana es Cáidz con más negritos,
Cádiz es La Habana con más salero"

Aguaya dijo...

Mi mamá también trabajó en una tienda de la Habana, creo que fue su primer trabajo. El dueño era un polaco, vendía ropa interior femenina. Tenía que ir impecable a trabajar, con medias finas, faja (que al polaco no le gustaba que las "masas" se estuvieran moviendo), maquillada, etc.

Les voy a preguntar a ella y al viejo mío a ver si se entusiasman y me escriben algo sobre sus primeros trabajos en la Habana, ciudad de la que tengo miedo también de sentirme extranjera cuando vaya de nuevo........ como Tony.........

Un beso, Ana, para ti!

Rosa dijo...

Gracias Miguel por recordarme esa preciosa canción, que me encanta. En Cadiz estuve un día hace 2 años, pero no lo documenté porque en aquel momento no tenía camarita, ni blog! Esta vez estuve en Granada y La Alhambra, que para mí era un sueño de niñez - les dedico sendos posts - y también en Gibraltar, que ya se que es un tema delicado para España, pero que a mi me gustó muchísimo también. Un abrazo de Cuba pa Andalucía, y de La Habana pa Cadiz, y pa Sevilla, que espero conocer pronto (se me quedó pendiente esta vez, el tiempo y el dinero no me dieron para tanto).

Rosa dijo...

Agu, me parece una magnífica idea que les preguntes a tus viejos, seguro que saldrán cosas preciosas de esa Habana que no conocimos. Yo que ya no puedo preguntarle a los míos tendré que seguir exprimiendo mi memoria para sacar a la luz todo lo que me contaba mi madre - nostálgica de su país sin haberlo abandonado (y mira que no fue rica ni mucho menos). Ella me decía que en esa época no sabía lo feliz que era, aunque tuviera un solo vestido de salir y no pudiera ir a la universidad.

Sobre sentirte extranjera en La Habana te cuento que en mi experiencia al "pisar las calles nuevamente" todo era igual que cuando lo dejé, me sentía al mismo tiempo tan bien y tan mal, pero para nada extranjera ni extraña (aunque también es cierto que sólo habían pasado 3 años).

Un abrazo a todos,

Ana

Anónimo dijo...

Yo si recuerdo haber ido a El Encanto, casi todos los lunes mi madre hacía "tour" por todas esas tiendas: El Encanto, La Época, Flogar, Fin de siglo, El buen gusto, que era una peletería, el Ten Cent, etc. y también íbamos a las tiendas de Muralla a comprar telas.
La Habana era una ciudad bonita y bulliciosa y aunque también conocí barrios pobres, que los había, creo que, sin pecar de chauvinista, era la ciudad de América Látina más moderna, nada que ver con lo que se ha convertido.

Al Godar dijo...

Yo había visto el video del Encanto y me gustó mucho, pero no es cierto que tus memorias sean pálidas en comparación. Cuando se escribe con el corazón las ideas se transmiten fácilmente.
Yo conocí El Encanto y puedo decir que me impresionó más que otras grandes tiendas de New York, Montreal, o Europa. Todo en su momento y su proporción.
Lamentablemente, creo que yo también me sentiré extranjero en La'bana.
Saludos,
Al Godar

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